lunes, 21 de agosto de 2023

Historia de la Iglesia. Capítulo III

Constantino

    Con el edicto de Galerio, en el año 311, terminaba oficialmente la persecución iniciada por Diocleciano en el año 303. La conversión de Constantino en el año 312 y el edicto de Milán del año 313 fueron los dos hitos que marcaron un nuevo rumbo para los cristianos. Con gran habilidad política favoreció el episcopado católico, adoptó medidas de protección, privilegios y donaciones. Luchó contra el arrianismo y donatismo, edificó bellas basílicas en varios lugares del Imperio, garantizó la libertad de culto, rechazó los sacrificios cruentos paganos y trasladó la capital del imperio a Constantinopla.

    Al morir Constantino en el año 337, sus sucesores continuaron con la protección del cristianismo. Con Constancio II, 317-361, se endurece la legislación religiosa contra los paganos, se cierran templos, se prohíben los sacrificios y los oráculos (magia). Juliano el apóstata tuvo educación cristiana pero apostató abrazando la fe de los griegos neoplatónicos.

    Juliano le sucede Graciano, 359-383, comenzando una ofensiva cristiana en la que se tomaron medidas financieras contra los sacerdotes paganos. Es destacable la influencia que tuvo Ambrosio, obispo de Milán, sobre los emperadores católicos. En el año 380 Teodosio promulga el edicto Cunctos populos, en el que se declara el catolicismo de los obispos de Roma y de Alejandría la única religión del Imperio.

    Hubo incidentes entre paganos y cristianos, entre los que se encuentra la muerte de Ipazia, filosofa y matemática y la quema de la biblioteca de Alejandría en el año 415. El último baluarte de la filosofía pagana fue la Escuela neoplatónica de Atenas con sentimientos anticristianos fue cerrada por orden de Justiniano en el 527. Fue el final del paganismo cultural y de la filosofía griega antigua.

 Herejías del siglo IV                                                                                       

* El maniqueísmo heredaba el dualismo gnóstico de los siglos precedentes, su mensaje tenía propuestas ascéticas y rechazaba el mundo material como algo negativo. 

* El arrianismo empezó en el año 318 cuando el sacerdote Arrio predicaba que hubo un tiempo en el que el Hijo no existía, es decir fue creado por el Padre, no compartía su misma esencia y naturaleza divina. El Concilio de Nicea, 325, condenó a Arrio y a sus seguidores, reafirmando que el Hijo era consustancial (homoousios) al Padre y elaborando el Credo de Nicea. Constantino se adhirió al arrianismo, siendo bautizado en el lecho de muerte por Eusebio de Cesárea, obispo arriano. El arrianismo sobrevivió entre los godos europeos y los vándalos en África.

    El Concilio de Constantinopla, 381 ante las herejías contra el Espíritu Santo, asumió el creo de Nicea completándolo con la afirmación que el Espíritu Santo proviene del Padre. Con posterioridad al traducirlo al latín se añadió la clausula filioque (y del Hijo), punto de controversia con la Iglesia griega.

    El Concilio de Éfeso, 431, afirmó que María es Madre de Dios. Arrio consideraba que el Logos no era Dios y se unía a la naturaleza humana de Jesús sin alma humana, para Apolinar el Logos si era Dios y también se unía a Jesucristo sin asumir la razón o alma superior, no tenía alma humana que era sustituida por su divinidad, surge así el apolinarismo. El nestorianismo surge del obispo de Constantinopla, Nestorio, 428, afirmando que la naturaleza humana y divina están separadas en Jesucristo y por lo tanto María es solo madre del hombre Jesús.

* El monofisismo afirmaba que la naturaleza humana de Jesucristo quedaba absorbida por la naturaleza divina. El Concilio de Éfeso II reunido el año 449 y en contra del Papa León I el Magno condenó a los difisistas. De nuevo se convocó un Concilio esta vez en Calcedonia, 451, (cuarto concilio ecuménico), que tuvo una importancia excepcional. En Jesucristo subsisten dos naturalezas una humana y otra divina, distintas e inconfundibles, pero comunicadas entre sí (communicatio idiomatum). Las consecuencias de este Concilio fueron que los cristianos orientales se dividieron entre monofisistas y difisistas, la Iglesia de Roma y la de Alejandría se separaron.

    El Concilio de Constantinopla II, 553, afirmó que el sujeto de la unión de las dos naturalezas es el Logos eterno, no hay dualidad de personas o hipóstasis en Cristo, una sola persona, Verbo de Dios se unió a la carne según la hipóstasis de Él. El Concilio de Constantinopla III, 681, defendió que hay en Jesucristo dos naturalezas, dos operaciones y voluntades, sin división; su voluntad humana sigue a la divina, sin oponerla ni combatirla.