jueves, 4 de noviembre de 2021

La Libertad (3/3)

 

El Magisterio

    Con el Concilio Vaticano II se vuelve a retomar el sentido de libertad teologal. Así leemos “La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre. Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión, para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a Éste, alcance la plena bienaventurada perfección” (GS, 17). Este mismo concepto de vaciamiento de la libertad, al no estar relacionada con Dios, lo vemos en Lumen Gentium, “Este poder lo comunicó a sus discípulos, para que también ellos queden constituidos en soberana libertad, y por su abnegación y santa vida venzan en sí mismos el reino del pecado.” (LG, 36). Si eliminamos la relación con Dios de la libertad, queda ensombrecido el concepto de dignidad humana, “No hay ley humana que pueda garantizar la dignidad personal y la libertad del hombre con la seguridad que comunica el Evangelio de Cristo, confiado a la Iglesia. El Evangelio anuncia y proclama la libertad de los hijos de Dios, rechaza todas las esclavitudes, que derivan en última instancia del pecado” (GS, 41). El Concilio en Dignitatis humanae, hizo una llamada hacia la educación de la libertad, en su sentido moral, “Por lo cual, este Concilio Vaticano exhorta a todos, pero principalmente a aquellos que cuidan de la educación de otros, a que se esmeren en formar a los hombres de tal forma que, acatando el orden moral, obedezcan a la autoridad legítima y sean amantes de la genuina libertad;…” (DH, 8).

Catecismo de la Iglesia Católica

    En el Catecismo encontramos lo que la doctrina dicta sobre la libertad, entre los números 1730-1748. Dios creo al hombre con su libertad para que libremente se adhiriera a Él sin coacción. El hombre tiene una originalidad dentro de la creación, que le hace ser diferente, la libertad. Con ella puede alabar la gloria de Dios, fin de la creación, o puede negarla, a través de sus pecados. Pero la libertad debe ser orientada por el hombre, en un sentido u otro, aunque solo tiene perfección la libertad si está orientada a Dios, (CEC 1731). La libertad se relaciona con responsabilidad, si el hombre puede elegir entre el bien o el mal, en su uso de la voluntad crecerá en la perfección o se desviará hacia el pecado. El hombre vive condicionado, pero no predestinado, tanto por condicionamientos externos voluntarios como los involuntarios y también por condicionamientos internos que nos impide lograr la libertad interior, como la concupiscencia. El uso de la voluntad y la razón implica que el uso de la libertad conlleva una responsabilidad, que puede disminuir por causas de ignorancia, temor, hábitos, y otros factores psíquicos o sociales, (CEC 1735). La ignorancia ha de entenderse desde la perspectiva moral, Dios conoce el interior de cada uno de nosotros y conoce el grado de conocimiento e ignorancia y el grado de culpabilidad que pueda tener en ellas. Dios nos pide responsabilidad sobre lo que hemos conocido en nuestra conciencia "como bien y como mal".

    Ante la esclavitud del pecado, al que el hombre se encadena por el mal, está la liberación de la justicia y el bien. Con el uso de la libertad nos relacionamos con los demás y debe ser reconocido como parte integrante de la propia dignidad humana (CEC 1738). Pero no significa que la libertad permita decir o hacer cualquier cosa, la libertad no constituye un “derecho al error”. Dios ve en nuestro interior la verdad y la mentira. El uso de la libertad en este sentido, implica conocimiento cierto de que estamos en el error. Nunca puede esgrimirse la libertad como instrumento de autosuficiencia, porque entre otras cosas, la autosuficiencia lleva hacia la esclavitud. Esta esclavitud viene dada en cuanto confundimos medios por fines, “Estas situaciones de ceguera y de injusticia gravan la vida moral y colocan tanto a los fuertes como a los débiles en la tentación de pecar contra la caridad.” (CEC 1740).

    La libertad se inserta en la economía de la salvación, estando debilitada por el pecado original, es fundamental para la salvación que trajo Cristo con su Cruz. Esta gracia que nos entrega Cristo, no supone ninguna merma de la libertad, siendo un elemento de crecimiento, cuando somos capaces de abandonarnos en ella, y que a través del Espíritu Santo nos eleva hacia Dios. Cristo ha redimido nuestra libertad, condicionada por el pecado. Para ello Cristo nos libera a través de su obediencia, conceptos que pueden parecer excluyentes. Obediencia consciente, libertad, verdad y gracia, son los elementos que refuerzan la libertad humana. (CEC 1741-1742). Jesucristo insistía en que “32conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. (Jn 8, 32).

Gracia y libertad

    Dios quiere la salvación para todos, para ello concede la gracia que es eficaz en aquellos que se salvan, pero en los que no se salvan es por voluntad propia ya que el hombre en uso de su libertad “puede contradecir la gracia, si quiere”, (Concilio de Trento). Ante esta afirmación, la cuestión es de si la eficacia de la gracia es por si misma o por su consentimiento. En el s.XVI surgió una controversia sobre este punto entre jesuitas (Luis de Molina) y dominicos (Domingo Báñez). Para los primeros es necesaria la voluntad para hacer eficaz la gracia, los segundos afirmaban que la gracia es eficaz por si misma. Ninguna de las dos daba una solución satisfactoria, por el misterio que supone que la gracia, sobrenatural, y la libertad, que pertenece al orden natural, no son principios homogéneos que actúen en el mismo plano. El papa Clemente VIII (1594), prohibió a ambas partes calificar de herética a la otra. Sin embargo, esto no excluye, que la gracia y la libertad están interrelacionadas. Dios tiene la iniciativa en el hombre a través de la gracia y la plena libertad del hombre es la que responde. Por lo tanto la gracia previene y prepara la libertad del hombre, suscita la libertad, da respuesta a las aspiraciones profundas de la libertad humana, llamando a su cooperación y la sana, no la merma. (CEC 2022). Esto nos lleva a la idea del mérito y su relación con la gracia. La tradición y el magisterio mantienen el equilibrio entre ambas, siendo la gracia acogida de forma activa por el hombre, transformando su obras y no destruyendo su naturaleza. Sus actos responden ante lo sobrenatural de la gracia, con responsabilidad por estar vinculados a su voluntad libre y que, además, ante Dios tienen carácter meritorio.

Conclusión

    Elementos clave que se relacionan con la libertad son la gracia y la justificación. La libertad fundamental y sicológica pertenece a la propia naturaleza humana. La libertad, en el sentido cristiano, la tiene que conseguir el hombre cooperando con Dios y respondiendo a su gracia. La libertad en el sentido cristiano tiene un fin escatológico. La gracia es don divino, pero con la libertad, el hombre está capacitado para acogerla o no rechazarla. La libertad no está anulada por la presciencia de Dios que tiene en su mente pasado, presente y futuro; tanto lo sucedido, como lo no sucedido, o por suceder. Sin embargo el hombre está predestinado desde antes de la creación del mundo a su vocación para la santidad, Dios quiere que todos los hombres se salven. La gracia prepara y previene la libertad del hombre, siendo necesaria su cooperación. La justificación tiene su recorrido desde la gracia preveniente al mérito, es decir desde la gracia a las obras. No hay justificación sin obras, no hay mérito (obras) sin libertad. Con Cristo nuestra libertad debilitada por el pecado original, es sanada, siendo el bautismo el modo ordinario de acceder a Su gracia redentora.

Bibliografía

General

- Toraño López E., Antropología teológica, Guía de Estudios ISCCRR, Madrid 2019

- Scola A., Marengo G., Prades J., Antropología teológica, EDICEP

- Sagrada Biblia, web oficial CEE, https://conferenciaepiscopal.es/biblia/

- Documentos Concilio Vaticano II, web oficial del Vaticano, http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/index_sp.htm

- Catecismo de la Iglesia Católica, Asociación de Editores del Catecismo

-G. Lobo, La libertad del hombre, http://www.es.catholic.net/op/articulos/7185/cat/382/la-libertad-del-hombre.html#modal

Sobre controversia de auxiliis

- Hevia Echevarría J.A.; http://www.nodulo.org/ec/2003/n013p01.htm


viernes, 29 de octubre de 2021

La vieja cruz rugosa



 The Old Rugged Cross


Compositor: George Bennard (1912)

 

En una colina lejana se encontraba una vieja cruz rugosa, 

El emblema del sufrimiento y la vergüenza; 

Amo esa vieja cruz como la más querida y mejor  

Porque un mundo de pecadores perdidos fue eliminado.
 

Así que amaré la vieja cruz rugosa, 

su triunfo será mi gloria;

Me aferraré a la vieja cruz rugosa, 

Que se transformará algún día en corona.   

 

Oh vieja cruz rugosa, tan despreciada por el mundo,  

Me atraes maravillosamente; 

Porque el amado Cordero de Dios dejó su gloria arriba  

Para llevarlo al calvario oscuro.
 

Así que amaré la vieja cruz rugosa, 

su triunfo será mi gloria;

Me aferraré a la vieja cruz rugosa, 

Que se transformará algún día en corona. 

 
En esa vieja cruz rugosa, manchada de sangre tan divina, 

Una maravillosa belleza veo  

Porque fue en esa vieja cruz donde Jesús sufrió y murió,  

Para perdonarme y santificarme.
 
 

Así que amaré la vieja cruz rugosa, 

su triunfo será mi gloria;

Me aferraré a la vieja cruz rugosa, 

Que se transformará algún día en corona. 
 

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On a hill far away, stood an old rugged Cross
The emblem of suff'ring and shame
And I love that old Cross where the dearest and best
For a world of lost sinners was slain

So I'll cherish the old rugged Cross
Till my trophies at last I lay down
I will cling to the old rugged Cross
And exchange it some day for a crown

Oh, that old rugged Cross so despised by the world
Has a wondrous attraction for me
For the dear Lamb of God, left his Glory above
To bear it to dark Calvary

So I'll cherish the old rugged Cross
Till my trophies at last I lay down
I will cling to the old rugged Cross
And exchange it some day for a crown

In the old rugged Cross, stain'd with blood so divine
A wondrous beauty I see
For the dear Lamb of God, left his Glory above
To pardon and sanctify me

So I'll cherish the old rugged Cross
Till my trophies at last I lay down
I will cling to the old rugged Cross
And exchange it some day for a crown

To the old rugged Cross, I will ever be true
Its shame and reproach gladly bear
Then He'll call me some day to my home far away
Where his glory forever I'll share

So I'll cherish the old rugged Cross
Till my trophies at last I lay down
I will cling to the old rugged Cross
And exchange it some day for a crown

 

La Libertad (2/3)

Antigua Grecia

    En la antigua Grecia, el concepto de libertad tiene un sentido fatalista, estaba unido a las fuerzas de la naturaleza que eran ordenadas por dioses caprichosos. Con Sócrates es necesario conocerse a si mismo para conseguir la libertad. Se relaciona libertad con conocimiento, el sabio es quien consigue la verdadera libertad. Con Platón la libertad se relaciona con el dominio de si mismo, leemos en Fedro (256b), “Gracias a su dominio de sí mismo y su moderación, ha sometido a lo que producía el vicio del alma y dado libertad a lo que producía su virtud”. En Aristóteles se relaciona con el acto libre del hombre, leemos en Metafísica, “El hombre libre es causa de sí mismo”. Con la llegada del cristianismo hay una nueva perspectiva, que da respuesta desde un punto de vista moral al concepto de libertad. El cristiano es hijo de Dios y puede escoger entre el bien o el mal, una decisión que no es fácil por la tensión interna entre el pecado y la virtud. Afirma que existe la libertad frente a los deterministas que la niegan.

Patrística y escolástica

 
     Ireneo se refería a la libertad en el adversus haereses, en estos términos: “El hombre es racional, y por ello semejante a Dios; fue creado libre y dueño de sus actos” (S. Ireneo, adversus haereses. 4, 4, 3). Orígenes en su De principiis y Tertuliano, en su De Anima, defienden la libertad frente a los deterministas. En donde se desarrolla más el concepto de libertad es con la aparición de las corrientes heréticas y gnósticas que la niegan o la constriñen. Los maniqueos, corriente dualista, consideran al hombre como un ser pasivo influenciado por el principio creador del bien y el del mal, eliminando toda intervención humana en su salvación. Consideraban que el hombre no tenía responsabilidad en la maldad humana, que es causada por el dominio del mal en nuestra vida y no por un mal uso del auténtica libertad. 
 
    San Agustín lucho contra ellos y los pelagianos en su obra De libero arbitrio, donde demostrará que el mal proviene de la naturaleza dañada por el pecado. Un nuevo concepto aparece con fuerza en San Agustín, la gracia. Con la ayuda de la gracia de Dios el hombre consigue liberarse, pudiendo usar su libertad para el fin que fue creada. La gracia sana y libera. San Agustín maneja dos significados de libertad, el libre albedrío, es decir la capacidad de elección sujeta a la libertad original dañada; y la que define como auténtica libertad, que dirige al hombre a su santificación por la gracia, la que tienen los santos en el cielo.

    Con la escolástica la doctrina católica sobre la libertad da un salto definitivo. Con Santo Tomás de Aquino se establece la relación entre libertad, como necesidad, y libertad moral, a la luz de la revelación divina. La libertad se relaciona con la razón y la voluntad, matizada por el pecado original y la profundización del concepto de gracia, como hecho trascendente. Leemos en De Veritate: «Querer el mal no es libertad, ni especie de libertad, aunque sea cierto signo de ella». La elección del mal no se considera libertad, pero el hombre es mas libre moralmente al elegir el bien, acrecentando tanto el hábito hacia el bien y como la virtud. El desarrollo posterior de libertad gira en torno a los dos conceptos clave: libertad y gracia, el primero como elemento natural y el segundo como elemento sobrenatural. 
 

La Reforma protestante

 
    En torno a la tensión entre ambos elementos, natural y sobrenatural, aparece la reforma protestante, donde se separan de forma insalvable. Lutero separa gracia y libertad, lo sobrenatural y lo natural. El hombre tras el pecado original queda corrompido en su naturaleza, por lo que toda acción del hombre es arrastrada por el dominio del pecado. No hay auténtica libertad para hacer el bien, porque la propia naturaleza humana está irreversiblemente dañada por el mal. La justificación viene por la “no imputación del pecado”, a través de la gracia y la misericordia divina de Cristo, en virtud solo de sus méritos. El bautismo no elimina el pecado original, solo la fe en la cruz de Cristo permite la justificación. La voluntad humana cooperaría con la gracia de Dios de un modo puramente físico, externo, sin afección interna, su justificación en todo caso nunca sería por méritos propios. Con Calvino esta doctrina llegó hasta su límite, afirmando que había una predestinación del hombre a condenarse en el infierno. Aunque la Sagrada Escritura insistiera en la voluntad divina sobre la universalidad de la salvación, Dios destinaría a la condenación a algunas almas sin prever siquiera sus desmerecimientos futuros.    
 
    Con el Concilio de Trento, (1546), en el Decreto sobre el pecado original, se retoma las enseñanzas magisteriales del Sínodo XV de Cartago (418) y el II Concilio de Orange (529), respondiendo a las tesis de Lutero. El pecado original originante fue el pecado de un hombre, Adán, y por él entró la muerte en el mundo. Este pecado daña a toda su descendencia, llevando a la muerte del alma, que es el pecado. El pecado daña a la naturaleza humana pero no elimina su libertad, aunque se encuentre debilitada. El pecado original originado se transmite por propagación no por imitación y afecta interiormente. Cristo es absolutamente necesario para la salvación y gracias a sus méritos el bautismo elimina el pecado original. Es necesario el bautismo de los niños que por naturaleza contraen la culpa original. Aunque el bautismo elimina el pecado original permanece la concupiscencia, tendencia hacia el pecado, que no daña a a los que no lo consienten y luchan por la gracia de Cristo. Todo lo dicho sobre el pecado original no se aplica a la Santísima Virgen María. 
 
    Con las corrientes positivistas y materialistas que ganaron fuerza en el s.XIX, volvió a negarse la libertad humana. En la ética kantiana se sustituye la idea de libertad como obrar bien, por la de independencia y autonomía. Cualquier exigencia en un sentido u otro sobre la libertad es coartarla, matizarla o anularla. Las corrientes fideístas que negaban la libertad y acentuaban la fuerza de la sola fe, fueron respondidas por Pio IX en el Concilio Vaticano I, 1870, incidiendo en la demostrabilidad de la libertad. La concepción naturalista del hombre, las corrientes liberales, anarquistas y cientificistas, marcarían un nuevo reto para el sentido de libertad cristiana. Lo trascendente pierde valor en un nuevo sentido luterano de libertad, eliminando esta vez la gracia y no el libre albedrío como hizo Lutero.

 

Bibliografía

General

- Toraño López E., Antropología teológica, Guía de Estudios ISCCRR, Madrid 2019

- Scola A., Marengo G., Prades J., Antropología teológica, EDICEP

- Sagrada Biblia, web oficial CEE, https://conferenciaepiscopal.es/biblia/

- Documentos Concilio Vaticano II, web oficial del Vaticano, http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/index_sp.htm

- Catecismo de la Iglesia Católica, Asociación de Editores del Catecismo

-G. Lobo, La libertad del hombre, http://www.es.catholic.net/op/articulos/7185/cat/382/la-libertad-del-hombre.html#modal

 

 

lunes, 18 de octubre de 2021

Pentateuco y Libros Sapienciales

 El AT en la fe de la Iglesia

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Historia de los orígenes

 

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Historia patriarcal


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Historia de Israel


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Del desierto a la tierra prometida


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Reflexión sobre el Panteteuco


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Historia deuteronomista


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Instalación en la tierra prometida, Josué y Jueces


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La monarquía unida

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De los dos reinos al destierro de Babilonia

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Historia del cronista

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Historias sapienciales

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Los libros de los Macabeos

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miércoles, 13 de octubre de 2021

Marxismo y cristianismo incompatibles

Planteamiento

El marxismo y el cristianismo son iguales en cuanto que proponen la comunidad de bienes.

    El cristianismo y el marxismo son dos realidades totalmente opuestas, de hecho no pueden ser comparadas. La misma comparación de dos términos totalmente diferentes hace que sea vana e inútil la analogía. El cristianismo es una religión revelada al hombre por el mismo Dios, como prueba de su amor y misericordia. El marxismo y por ende el comunismo es un movimiento social y político que anula a la persona en favor de un futuro utópico de bienestar social organizado y dirigido por un Estado.

El marxismo

    Nace en la primera mitad del siglo XIX como respuesta a las debilidades del liberalismo. Este liberalismo se basaba en la libertad de acción de los agentes sociales, solamente limitada por la ley, donde la intervención del Estado es mínima o nula. A partir de las injusticias generadas por el liberalismo surge la idea de que el Estado debe intervenir para compensar las injusticias generadas por el sistema económico. En este punto surge como opción extrema el marxismo, postulado por Karl Marx en "El capital". Los rasgos propios son: Negación de la propiedad particular; materialismo, solo existe lo material; la clase social es el sujeto de la historia; lucha de clases en su constante enfrentamiento entre opresores-oprimidos; victoria final conseguida a través de la revolución. 

    En el estado comunista la propiedad está en manos del Estado que a través de un gran aparato burocrático gestiona y hace previsiones sobre la economía. El principal problema es que no se tiene en cuenta las necesidades reales de la sociedad, sino los intereses particulares de los grupos dirigentes.

    En definitiva el Estado es quien impone los mínimos de supervivencia de cada individuo anulando cualquier iniciativa privada. El Estado y por lo tanto los dirigentes son los que definen la justicia social, a cambio de anular al individuo. Por lo tanto el Estado es el dueño de los bienes.

El cristianismo

    Utilizando una definición débil es la religión de los seguidores de Cristo, nace hace más de 2000 años, aunque como religión revelada que es, Dios ha hecho partícipe al hombre de su misericordia desde la Creación. Desde los primeros años los cristianos seguían el mandato de amar al prójimo como a sí mismos, lo que les hacía singulares en un mundo egoísta, al compartir sus bienes con los más necesitados, (Hch 2:44-45). Ser justos con el hermano es la respuesta del don de la creación que es gratuito para todos y por lo tanto los bienes se dice que tienen un fin común. Compartir los bienes para el cristiano parte del respeto a la persona del hermano y a sí mismo.  Se respeta la propiedad privada, lo material se valora como don de Dios; el sujeto de la historia de la salvación es la persona; no existe una lucha de clases ya que todos compartimos el ser hermanos e hijos de Dios. Y sobre todo se valora la libertad del hombre, don divino por el que cada cual se autodispone para dar y recibir.

Comunidad de bienes en los antiguas comunidades

    El capítulo 2 de Hechos relata que «todo lo compartían» y que quienes poseían propiedades las vendían para distribuir lo obtenido entre los necesitados (Hch 2:44-45). Este hecho se considera como herencia de la Ley judaica y los profetas quienes animaban a ayudar a los pobres. “44Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; 45vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno.” (Hch 2,44-45). Partir el pan se refería a la celebración eucarística, la compartición de bienes se refería al ágape o comida comunitaria posterior a la celebración. No cabe duda que existía una caridad que seguía el mandato de Jesús sobre la opción preferencial por el pobre. Al ampliarse el número de fieles la organización para compartir los bienes se solucionó nombrando diáconos. También las persecuciones contra los cristianos y la gran hambruna de Judea durante el imperio de Claudio cambió el panorama, (Hch 11:28-30). También Flavio Josefo se hace eco en su obra Antigüedades judaicas.

    Se tiene constancia de que se celebraba un almuerzo o cena en común en Jerusalén, pero no en las comunidades de Grecia, Asia y Roma. En ningún momento se institucionaliza la comunidad de bienes como hecho constituyente.

Diferencias

    El marxismo afirma que Dios es una idea creada por el hombre. La Sagrada Escritura nos dice que el hombre es creado por Dios. Dios nos manda amar al enemigo, el marxismo manda destruirlo. Dios nos dice que todas las injusticias del hombre (incluida la injusticia social) proviene del pecado y éste es consecuencia de no cumplir su Palabra. El marxismo nos dice que la injusticia proviene de las estructuras de la sociedad creadas por el poder y el dinero. El cristianismo persigue la salvación del hombre del pecado. El marxismo persigue el poder a través de anular a la burguesía y entregarlo al proletariado.

Doctrina Social de la Iglesia (DSI)

    Desde los primeros tiempos del cristianismo y siempre a partir del mandato divino “amarás a Dios y al prójimo como a ti mismo”, se generó una moral social de comportamiento con el prójimo y con el tiempo, la Iglesia fue desarrollando una doctrina social.

    La base de la DSI es la persona humana creada a imagen y semejanza de Dios; y como consecuencia su sociabilidad. Por lo tanto la persona tiene una dimensión individual y otra social. En cuanto al ámbito individual la persona se rige por el principio de libertad siendo responsable de su propio destino. Este principio se extiende a la familia, sociedad y país, respetando la propiedad privada y la libre empresa. También se respeta el principio de subsidiariedad, por la que el Estado no debe interferir en la libre iniciativa de las personas, ayudando a las instituciones y asociaciones para conseguir el bien común. En cuanto a la dimensión social de la persona se afirma que el destino de los bienes es universal, Dios crea el mundo para todos, no para unos pocos. El principio del bien común persigue la perfección de la persona. El principio de solidaridad debe regir la interdependencia de las acciones humanas y se relaciona con la justicia social y la caridad. Esto último se opone frontalmente con el individualismo social (liberalismo) y el colectivismo (marxismo). El último y no menos importante es la opción preferencial por el pobre, por el que se afirma la universalidad del ser.

    Todos estos principios justifican la caridad que desde el principio del cristianismo hacía que se compartieran los bienes, no solo entre los cristianos sino con otras personas ajenas.

Conclusión

    El cristianismo respeta ante todo a la persona, creada por Dios a su imagen y semejanza. El colectivismo (marxismo) anula a la persona en favor del grupo, siendo dirigido por un Estado que absorbe toda iniciativa personal. No hay que confundir la caridad cristiana, que nos hace compartir los bienes, con la imposición por un Estado totalitario que anula la libertad personal en favor de la comunidad de bienes. La Iglesia ha orientado a sus fieles, oponiéndose tanto al marxismo y como al capitalismo liberal (Ver Rerum Novarum, León XIII, 1891). Por lo tanto hay que considerar como manipulación de determinados sectores políticos toda comparación entre cristianismo y marxismo, con fines evidentes.

 

Bibliografía 

- CEE, Sagrada Biblia, en: https://conferenciaepiscopal.es/biblia/ (13 Oct 2021)

- León XIII, Rerum Novarum, en:

https://www.vatican.va/content/leo-xiii/es/encyclicals/documents/hf_l-xiii_enc_15051891_rerum-novarum.html (13 Oct 2021)

- Flavio Josefo, Ant. VII 13,4

 







miércoles, 6 de octubre de 2021

La libertad (1/3)


La libertad en las Escrituras

Introducción

    El estudio de la libertad es un tema clave en la interpretación del hombre dentro de la Antropología Teológica. Para el hombre constituye un misterio. La libertad sugiere independencia, apertura hacia los demás, autonomía, capacidad de elección. Una persona es libre si puede elegir entre varias opciones, mi voluntad no esta determinada. En otro plano, la libertad abre al ser humano hacia Dios y hacia los demás, por lo tanto es afirmación de apertura del ser humano. La libertad es autodeterminación y capacidad de elección. Pero de donde viene la libertad, es propio de la naturaleza humana o es un añadido posterior.

    El mal uso de la libertad es una de las causas del mal en las criaturas inteligentes, ángeles y hombres. Los ángeles en rebeldía están condenados eternamente, pero el hombre ha sido rescatado con Cristo.

Antiguo Testamento

    Al crear Dios a Adán, le confiere el dominio sobre lo creado, y le da un mandato de no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. No hay ninguna coacción ni imposición, solamente Dios marca un límite moral para que ejerza su libertad. Pero Adán transgrede ese límite de forma voluntaria y consciente, lo que hace que Dios le quite todos los dones sobrenaturales, queden dañados los preternaturales. Pero el punto importante es que Dios no le quita su libertad. Dios quiere que el hombre vaya hacia Él de forma voluntaria y libre, no impuesta. Desde entonces el hombre ha mostrad su debilidad en mantenerse fiel a Dios, la alianza de Dios con el pueblo de Israel es un contínuo caer en pecado, arrepentimiento, súplica y favor de Dios. En el Eclesiástico leemos, “14Al principio él creó al hombre 15 y lo dejó en poder de su propio albedrío. Si quieres, guardarás los mandamientos 16 y permanecerás fiel a su voluntad”. (Si 15, 14-15). Desde un punto de vista amplio, la libertad tanto política, como social o de otro tipo, en el Antiguo Testamento se centra en la libertad moral y religiosa. El hombre aspira a ser libre, pero el pecado contra Dios lastra esa libertad.

Nuevo Testamento

    En el Nuevo Testamento cambia el modo de afrontar la ruptura de las cadenas del pecado, con la figura de Jesucristo. Él es liberador de cautivos y oprimidos, según anticipó Is. (61,1ss). Empezamos a ver la relación entre libertad y verdad, porque “32conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, (Jn 8,32). Es una verdad que nos hace libres de la muerte, del pecado y del demonio, que son los que nos esclavizan con sus efectos y los que nos impiden usar nuestra libertad para responder a la llamada de Dios. Por otro lado Cristo da un nuevo sentido a la ley mosaica, que en el judaísmo no favorecía la santificación del hombre. Ese sentido viene dado por el nuevo concepto de libertad que Jesucristo nos enseñó. Cristo es el hombre por el que entra la salvación al mundo y Adán fue el hombre por el que entró el pecado en el mundo, “21 Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. 22 Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados”. (1 Cor 15,21-22) . Con Cristo el hombre adquiere un nuevo concepto de libertad, tiene un nuevo referente entre el bien y el mal, con la fuerza del Espíritu Santo el hombre puede luchar contra su debilidad y realizar el fin para el que fue hecho, su comunión con la Santísima Trinidad.

 

Bibliografía

General

- Toraño López E., Antropología teológica, Guía de Estudios ISCCRR, Madrid 2019

- Scola A., Marengo G., Prades J., Antropología teológica, EDICEP

- Sagrada Biblia, web oficial CEE, https://conferenciaepiscopal.es/biblia/

- Documentos Concilio Vaticano II, web oficial del Vaticano, http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/index_sp.htm

- Catecismo de la Iglesia Católica, Asociación de Editores del Catecismo

-G. Lobo, La libertad del hombre, http://www.es.catholic.net/op/articulos/7185/cat/382/la-libertad-del-hombre.html#modal